lunes, 22 de abril de 2013


Mi cuna se encontraba junto a la biblioteca,
Donde novela, ciencia, fábula,
Todo, ya polvo griego, ya ceniza latina
Se confundía. Yo era alto como un infolio.
Y dos voces me hablaban. Una, insidiosa y firme decía
"La Tierra es un pastel colmado de dulzura;
Yo puedo Forjarte un apetito de una grandeza igual."
Y la otra susurraba ¡Ven! ¡Oh ven! a viajar por los sueños,
Lejos de lo posible y lo conocido."
Y ésta cantaba como el viento en las arenas,
Fantasma no se sabe de qué parte surgido
Que acaricia el oído a la vez que lo espanta.
Yo te respondí: "¡Sí! ¡Dulce voz!" Desde entonces
Data lo que se puede denominar mi llaga
Y mi fatalidad. Detrás de los paneles
De la existencia inmensa, en el más negro abismo,
Veo, distintamente, los más extraños mundos
Y, víctima extasiada de mi clarividencia,
Arrastro en pos serpientes que mis talones muerden.
Desde ese momento, igual que los profetas, amo
Con inmensa ternura el mar y el desierto;
Sonrío en los duelos y lloro en las fiestas 
Encuentro un gusto dulce al más ácido vino; 
Tomo a menudo los hechos por mentiras
Y caigo en los agujeros por mantener 
Mi vista pegada al cielo pero esa voz me consuela
Diciendo: "Son más bellos Los sueños de los locos que los del hombre sabio."

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